Inicio Eólica Eólica de baja potencia, una alternativa para llevar electricidad a comunidades rurales

Eólica de baja potencia, una alternativa para llevar electricidad a comunidades rurales

La organización 500 RPM encontró en la aerogeneración de baja potencia una opción factible para proveer de energía eléctrica a comunidades aisladas. Difusión y fabricación de un dispositivo que se caracteriza por su simpleza.

El tamaño de sus aspas no es el mismo y es probable que no cuente con la grandilocuencia de su familiar de mayor tamaño, sin embargo, la energía eólica de baja potencia puede ser de mucha ayuda y llevar soluciones a realidades concretas, por lo general aisladas de las grandes ciudades o centros de consumo.

Así lo supo Esteban Van Dam, quien, en 2010, al volver de un workshop realizado en una pequeña comunidad recóndita de Escocia, le comenzó a dar ruedo a los conocimientos que trajo y fundó, junto a su pareja Luciana Proietti, la organización 500 RPM. Una ONG que trabaja para acercar herramientas –materiales y formativas– de acceso a la electrificación a distintas comunidades rurales desperdigadas en nuestro país, como en el noroeste y la estepa patagónica, de manera sostenible.

El aerogenerador Piggott es el producto común alrededor del cual la ONG lleva adelante cada uno de sus proyectos. Lleva el nombre de su creador, un escocés llamado Hugh Piggott, cuyas raíces están apegadas a las comunidades hippies que se desarrollaron en los años 60 y 70, y que al día de hoy continúa transmitiendo sus saberes en la materia en forma abierta al público. Precisamente a él fue a buscar Esteban y, diez años después, 500 RPM ya es un equipo de poco menos de diez personas que supo generar vínculos con entes gubernamentales y el sector privado para poder llevar adelante su trabajo de difusión y fabricación.

[ La eólica alcanzó un récord de capacidad instalada a pesar de la pandemia ]

“Desarrolló esta tecnología y la fue perfeccionando con el correr de los años. Desde hace casi 50 años que el aerogenerador se hace del modo más simple posible y accesible para comunidades rurales aisladas. En vez de tecnificarlo y hacerlo más complejo, el proceso es el inverso”, explica Guillermo Pleitavino, miembro de 500 RPM a cargo de la Formulación de Proyectos.

Según él, se trata del aerogenerador de autoconstrucción más utilizado en todo el mundo. “Se puede fabricar con herramientas y materiales relativamente caseros. Tiene las mismas prestaciones que un molino comercial”, explica.

Del mismo modo que ocurrió con el inicio de 500 RPM, distintas organizaciones, pequeñas empresas, ONGs y equipos de investigación de universidades encontraron en la formación Piggott una semilla. Con ella volvieron a su suelo y comenzaron a difundir el valor de este aerogenerador que puede ser útil a la hora de proveer de electricidad a una escuela rural, como también ser de ayuda a productores agrícolas. Hoy, 500 RPM forma parte de una red global que se llama Wind Empowerment, que agrupa a cerca de 50 organizaciones que utilizan esta misma tecnología.

Uno de sus proyectos es “’Escuela técnica x escuela rural”, en el que se crea un nexo entre el abordaje propio de la currícula de una escuela técnica con las necesidades de instituciones educativas rurales. En una de estas experiencias, con el financiamiento de Vestas y Pampa Energía, sesenta estudiantes de seis escuelas técnicas de Bahía Blanca y Punta Alta fabricaron un aerogenerador que fue instalado en una escuela rural de Calderón, en Coronel Rosales, donde funcionan un jardín de infantes y una primaria que tenían dificultades energéticas.

Mantenimiento y repuestos

En cuanto a la fabricación en sí del molino, Guillermo dice que “los materiales se adaptan al lugar, en el sentido de que no siempre se pueden conseguir los mismos materiales en todos lados, como puede ser el caso de los imanes, por ejemplo. La idea es utilizar los materiales que sean más fáciles de conseguir localmente, porque eso es lo que hace viable el mantenimiento o reemplazo de piezas”.

Este parece ser uno de los puntos esenciales de lo que busca 500 RPM: que no sólo se trate de fabricar e instalar el dispositivo, sino también poder instruir al poblador local y pasarle la posta, ya que luego será la comunidad la que se encargará del mantenimiento y el eventual reemplazo de piezas del aerogenerador. La premisa de que los materiales probablemente van a escasear más que sobrar resulta ineludible, por lo que, como dice Guillermo, el tipo de material a utilizar siempre va a estar atado a las posibilidades de la comunidad local. Si una escuela necesita un repuesto con el que no puede hacerse con relativa facilidad, el proceso pensado por 500 RPM no logra darse en su totalidad.

[ Noruega descubrió la clave para reducir las muertes de aves por molinos eólicos ]

“La solución se hace en base a las necesidades del usuario final”, subraya él. En este sentido, Guillermo hace referencia al sistema híbrido. Es habitual que muchas comunidades en nuestro país encuentren en el generador diésel la única forma con la que proveerse de energía eléctrica. Frente a este escenario, no plantea la idea de reemplazar un sistema por otro, sino que, en una primera etapa, la eólica de baja potencia pueda servir como un complemento del generador diésel.

Entre las principales tareas de mantenimiento, está la del control del agua de las baterías de carga profunda. De su experiencia, justamente las baterías son las que exigen una mayor atención y, por ende, las que mayores problemas pueden traer al buen funcionamiento del aerogenerador. Como es lógico, del estado en que se mantenga el dispositivo depende su vida útil. Si las condiciones se dan, se estima que puede llegar a durar entre veinte y treinta años.

Los aerogeneradores pueden ser de 200 W, 350 W o 700 W, y en la actualidad están fabricando uno que llegaría a una potencia de 2,5KW. Ello depende de cuál es el objetivo que se quiera lograr y la energía que demandará. “Nos hemos ido diversificando –dice Guillermo– y hoy trabajamos en proyectos de producción hortícola en los que se identifica cómo se puede potenciar la actividad económica del productor rural y se empiezan a ensayar distintas soluciones”.

“En términos teóricos, el aerogenerador Piggott se entiende como un sistema sociotécnico. Además de la parte dura de los materiales, hay cuestiones vinculadas al entorno social que son igual de importantes para que el sistema pueda resolver una necesidad, y eso se evidencia en particular cuando trabajamos con actividades productivas”, explica. Para ello, están trabajando con el INTA y Fundación Cruzada Patagónica, actores que pueden brindarles herramientas sobre esa cuestión puntual.

Al día de hoy, desde 500 RPM ya ejecutaron más de 40 proyectos, capacitaron a más de 2.500 personas, llegaron a por lo menos 20 escuelas rurales y brindaron energía eléctrica a más de 1.400 pobladores rurales.  

La pandemia no fue obstáculo a la hora de seguir difundiendo los beneficios del aerogenerador y lograron replicar la tecnología en México, Chile y Uruguay, entre otros sitios. Además de llegar a una mayor cantidad de lugares, Guillermo considera que uno de los principales objetivos es “regionalizar la actividad a través de la consolidación de polos de multiplicación que sean autónomos”.