Un estudio reciente muestra que el reemplazo de combustibles fósiles por energías renovables trae un beneficio directo en la salud colectiva que alcanza millones de dólares por año.

Un proyecto para producir electricidad de manera masiva tiene un costo asociado a la extracción de la materia prima con la que se trabajará y otros asociados al proceso de generación. En esa columna pintada de rojo suelen incluirse también, desde hace algunos años, la cuantificación del impacto ambiental que esa producción traerá aparejada. Sin embargo, las referencias al impacto que en la salud pública utilizando combustibles fósiles, rara vez se tiene en cuenta. Externalidades disimuladas, costos que transfieren a la salud pública y que, en estos tiempos, se convierten en una herramienta para justificar las ventajas de las energías limpias. Un estudio reciente pone su lupa en la posibilidad de mensurar los beneficios en términos monetizables.
Publicado por Energies Review –MDPI en febrero último, el trabajo muestra la revisión de estudios comparados de los últimos 20 años acerca de los beneficios de las energías renovables en relación su impacto sobre la salud. Tras una recolección de datos minuciosa, la cuantificación y la primera conclusión es contundente: el reemplazo de los combustibles fósiles como insumo en la generación eléctrica y su reemplazo por alternativas solares o eólicas tiene un impacto directo en beneficios de la salud colectiva que se mide en millones de dólares. O en miles de Kwh por año.
Para Susana Silva e Isabel Soares, del Centro de Investigaciones Económicas y Finanzas de la Universidad de Porto en Portugal “En general, los estudios encontraron mayores cobeneficios para la salud de la energía eólica que de la solar. Esto puede explicarse por un enfoque del ciclo de vida, donde los valores negativos más altos” para aquellos sistemas cuyo impacto por la elección de materiales tienen mayor impacto en el medioambiente. Es decir, los materiales con que se construyen los paneles solares son más amigables que los generadores eólicos.
Tanto en estudios que realizan simulaciones de reemplazar combustible fósil por energías renovables, como en aquellos que realizan un análisis histórico de casos en los que el petróleo, el carbón o el gas fueron reemplazados por estas alternativas los beneficios saltan a la vista. Según la magnitud del proyecto y el área habitable afectada, van desde 5 millones a 616.000 millones de dólares por año. Los beneficios relativos en términos de generación van desde 1,4 a 130 dólares por MWh por año.
Si bien los métodos de medición difieren, en todos los beneficios monetarios impactan directamente en la salud y la vida pública. Según las autoras, el uso masivo de combustibles fósiles se traduce en mortalidades prematuras, visitas a centros de emergencia, hospitalizaciones, ataques cardíacos, días de trabajo y escolares perdidos e incluso mortalidad infantil. ¿Es posible monetizar 26 muertes prematuras por GW por año?
Cada una de estas afecciones tiene un impacto son parte de los costos de generación aunque no se los especifique en los libros contables. Pero inciden de manera directa en los presupuestos de la salud pública.
Los estudios comparados incluyen la contaminación del aire con dióxido de carbono y otros contaminantes tradicionales y que afectan directamente la salud como el dióxido de azufre óxidos de Nitrógeno, mercurio, ozono, amoníaco, metano y óxido nitroso.
En los últimos años, las energías eólica y solar y otras alternativas avanzaron en términos de competitividad frente a los costos de generación de los combustibles fósiles. Cuantificar el impacto en términos de salud pública y además incluir la incidencia positiva en la resiliencia al cambio climático modificaría definitivamente la ecuación.
Dicen las autoras: “para la generación de electricidad, los principales contaminantes son el carbón, el lignito y el petróleo. Se estimó que el carbón era responsable del 44% de las emisiones de CO2, mientras que el petróleo tenía una participación del 35%. Los impactos del gas natural fueron menores (alrededor del 20 %) (…) Además, por ejemplo, la combustión del lignito es responsable de alrededor de 27 g/kWh de emisiones de dióxido de azufre, mientras que el petróleo y el carbón son responsables de 14 g/ kWh y 8 g/kWh, respectivamente”.
La idea de contaminación del aire y las consecuencias sobre la salud humana traen implícita una notable asimetría. Mientras que la mayor parte de las emisiones se generan en Estados Unidos, Europa, India y China, son los ciudadanos de los países subdesarrollados y sus precarios sistemas de salud quienes más sufren las consecuencias, afirma el estudio.
Un informe de la ONU dice que la descarbonización de la matriz energética de Latinoamérica podría generar ahorros de 30.000 millones de dólares en salud, de cara al 2050. Siguiendo los compromisos asumidos en el Acuerdo de París la región podría evitar la emisión de 1.100 millones de toneladas de CO2 y 222 mil millones de dólares en los costos de electricidad.
“Las fuentes de energía renovables (FER) son cruciales para la mitigación de los problemas ambientales, en particular los problemas de salud asociados con la contaminación del aire derivada del sector energético. Estas fuentes pueden tener un impacto significativo en la reducción de la contaminación y, por lo tanto, aliviar los problemas de salud humana asociados con la mala calidad del aire. Al evaluar la viabilidad económica de los FER, se deben considerar sus beneficios colaterales para la salud en la toma de decisiones políticas, legales y financieras”, concluyen las autoras.