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Brasil enfrenta una de sus peores sequías y estudia medidas para racionar el consumo eléctrico

La escasez de lluvias que se espera hasta noviembre pone en jaque la generación de las plantas hidroeléctricas y el Gobierno busca evitar apagones por picos de consumo.

Las sequías que acechan a una gran parte de la cuenca del Río Paraná en Brasil generan preocupación en el gobierno de Jair Bolsonaro que, en medio del peor período sin lluvias de los últimos 91 años, teme por la sostenibilidad del suministro eléctrico y estudia la aplicación de medidas que eviten los picos de consumo y consecuentes cortes.

El Servicio Meteorológico de Brasil emitió una alerta que anticipa un bajo volumen de lluvias para toda la región que incluye los reservorios de Río Grande, Río Paranaíba y Río Paraná, y que permite vislumbrar problemas en torno al consumo eléctrico, ya que se trata de un país cuya generación depende más de un 50% de la hidroelectricidad.

De este modo, Brasilia analiza distintas posibilidades de modo de incentivar una mayor distribución del consumo eléctrico, entre las que podrían estar los descuentos en tarifas o créditos a futuro para residenciales. Varios analistas trazan un paralelo con la sequía histórica acontecida en 2001, sin embargo reconocen que hoy el país cuenta con el back up de las centrales térmicas, algo que se busca profundizar a partir del plan gasífero que explicó EOL.

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El ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, dijo al diario Folha de San Pablo que “el modelo todavía está en discusión y exigirá arreglos técnicos y jurídicos para ser implementado”. Contratos adicionales con las centrales térmicas se suman a la idea de racionar el consumo eléctrico, de modo no llegar a los meses más calurosos con muy escasas reservas de agua que puedan derivar en apagones.

Lo que se busca en definitiva es una mayor previsibilidad, por lo que se intentará que las propias empresas productoras presenten al Gobierno un cronograma previo con la cantidad de energía a ahorrar durante un período determinado, para que así pueden planificar mejor su producción y evitar una caída en la actividad.

El bajo caudal con el que cuentan los embalses lleva a recurrir a la generación a través de centrales termoeléctricas, lo que termina repercutiendo en la tarifa final. A partir de junio, la factura de luz tendrá un recargo de R$ 6,24 por cada 100 kWh consumidos que se suma al enorme salto que sufrieron los combustibles durante los últimos meses, situación que generó una fuerte tensión con el gremio de los camioneros y enciende alarmas de cara al próximo año electoral.

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Desde algunos sectores entienden que, barajando escenarios futuros en los que las sequías se reproduzcan, Brasil debería revisar el sector eléctrico, que hoy dependen fuertemente de la hidroeléctrica.

Si bien existe un retroceso de las centrales hidroeléctricas si se compara su injerencia en décadas anteriores en las que llegaba a ser de un 80% de la generación, hoy desata dudas el soporte que puedan aportar la fotovoltaica y la eólica. No obstante, a partir de los subsidios a los proyectos renovables que hoy rigen en Brasil, su crecimiento en nueva capacidad es notorio.

En el caso de la energía eólica, Brasil se ubicó entre los primeros cinco mercados a nivel global con mayor cantidad de capacidad instalada, junto con Estados Unidos, China, Países Bajos y Alemania. Según Global Wind Council, Brasil finalizó el 2020 con 17.75 GW de instalación eólica, al mismo tiempo que la energía fotovoltaica también pasó de 4,6 GW a 7,5 GW entre 2019 y 2020.