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Almacenamiento subterráneo de gas: la llave para sostener la producción y reducir los precios

Se presenta como una vía para estabilizar la oferta más allá de las variaciones estacionales de la temperatura que condicionan a la demanda. Opciones, costos y particularidades en el ámbito local.

La latitud en la que se encuentra el suelo argentino hace que las diferencias estacionales, en cuanto su registro de temperaturas, lleven a que la demanda de gas experimente altibajos muy marcados según sea invierno o verano. Si stockearse de gas resultase sencillo, ese dato sería anecdótico. Pero la maniobra implica cierta infraestructura y para ello hace falta una gran inversión, elemento de la fórmula con la que habitualmente Argentina tiene inconvenientes.

A la variable estacional se suma una actualidad de producción escasa como resultado de la pandemia, que puede que hoy no resulte un perjuicio en el corto plazo, pero muchas voces del sector energético ya señalan que el nivel de producción es alarmante y podría darse un escenario de desabastecimiento en el invierno de 2021.    

Algunos de estos obstáculos podrían sortearse si la producción de gas pudiera contar con la posibilidad de almacenar en forma subterránea parte de lo que extrae –como una alternativa a la licuefacción–, para así sostener un nivel de producción que no se vea tan afectado por la estacionalidad. Hoy representa una práctica en la que apenas se incursiona en el ámbito local.

Existen tres mecanismos para el almacenamiento subterráneo del gas: las cavernas salinas, los acuíferos y los pozos de gas y petróleo depletados. En el caso de la última opción, en Comodoro Rivadavia se encuentra Diadema, que desde hace más de 15 años permite la regulación del consumo de gas de dicha ciudad en el marco de un proyecto que está en manos de YPF.

“Es un reservorio que está vacío, que antes funcionaba en un sentido y ahora funciona en otro. Para que sea económico conviene que el reservorio tenga una buena porosidad, un muy buen cerramiento para que no se pierda lo que inyectás. Tiene que tener ciertas condiciones, pero en general prácticamente cualquier pozo puede servir’, explica a EOL el ingeniero Raúl Bertero, presidente del CEARE. De esta manera, el hidrocarburo antes extraído puede volver a ser almacenado en la roca porosa.     

“La ventaja –agrega Bertero– es que usás los gasoductos todo el tiempo y resulta más rentable porque la inversión que hiciste con el pozo la recuperás más rápido”.

Para que sea útil, el almacenamiento debería darse cerca de la demanda, situación inversa a lo que ocurre en la Argentina, donde el mayor foco de consumo se encuentra en Buenos Aires, muy apartado de la oferta predominantemente patagónica. Frente a este panorama es que surgen las demás alternativas mencionadas.  

“En la década de los noventa, YPF estudió algunas posibilidades en una zona en Las Flores, por debajo de Montevideo, donde había formaciones de viejos acuíferos que parecían útiles para el almacenamiento, pero no cumplían con las condiciones geológicas”, dice Bertero. Por aquel entonces se analizaron otras opciones en distintos puntos del país, sin embargo las condiciones geológicas del suelo no permitieron que los proyectos de acuíferos o cuerpos salinos avanzaran.

La implementación de los acuíferos es relativamente costosa, pero él señala que “son atractivos si vos tenés diferencia entre verano e invierno en el precio de gas. Te es negocio tener stock si vos lo tenés más caro en otra época del año”. La inversión requerida sería de centenares de millones de dólares, un monto similar a lo que implica levantar una planta de regasificación. En vínculo con esto, respecto a la conveniencia de si almacenar o licuar el gas, la variable a ver parecería ser el volumen.

En el ámbito internacional, Estados Unidos se distingue como uno de los países que, en los últimos años, mejor desarrolló su capacidad de almacenamiento del gas. Allí viven más de 330 millones de personas, lo que implica un consumo enorme de gas. El sistema actual les permite almacenar poco menos del consumo equivalente a un año.    

Si tenemos en cuenta que el recurso gasífero en Argentina es notorio, y que la perforación de una gran cantidad de pozos ya está realizada, surge la inquietud de por qué no existen más casos de pozos depletados en los que se inyecte el gas, aunque sea para resultar de utilidad al momento de abastecer a ciudades o pueblos cercanos a la oferta. En este sentido, el presidente del CEARE subraya que la idea de almacenar gas “es una ventaja de segundo orden”.

La ubica como una ventaja de segunda prioridad, porque “para que el almacenamiento sea negocio, primero tiene que ser negocio el gas. Tenés que tener un país en crecimiento, con precios razonables y lógicos. Es muy difícil arreglar una cosa, si no está arreglado el conjunto”.